El gobernador de Margarita se apellida Rodríguez. Su nombre de pila no es Morel como muchos creen. Se llama Teófilo Alfredo, aunque en la isla lo conocen como El Conejo.

La vieja capital de La Asunción no era lo suficientemente dinámica para el joven mandatario, así que trasladó la sede de su gobierno para el estratégico sector Genovés de Porlamar. Desde allí fue tejiendo la urdimbre de su poder, hasta consolidar un sólido imperio del terror, gracias a sus conexiones con las altas esferas de la sociedad insular.

La cosa se le puso dura cuando decidió extender sus dominios a tierra firme. La oposición fue tan feroz que temió por su vida y prefirió mudarse a una comunidad cercada para ejercer sus funciones de bajo perfil. La prensa reseña que El Conejo vive en el centro penitenciario de San Antonio porque un tribunal en Barcelona lo condenó a nueve años por robarse un carro y portar armas de guerra. Pero se rumorea que él está allí porque quiso.

No le gustan las fotos. Para identificar sus dominios prefiere usar su logo, que tomó prestado a Hugh Hefner, y que adorna las paredes, los artefactos y los cuerpos de las personas que considera de su propiedad. No necesita regodearse con imágenes. El se siente, no se ve.

Uno de los grandes logros de su gestión es la humanización del sistema carcelario. En Margarita no hay matazones como las ocurridas esta semana en la cárcel de El Rodeo. Todo lo contrario. San Antonio ha sido reconocido internacionalmente como un centro de rehabilitación moderno, que conjuga la reclusión reglamentaria para los infractores, con las amenidades de un resort cónsono con una isla turística como Margarita.

The New York Times mostró al mundo lo que aquí sabíamos desde hace mucho. En San Antonio si se respeta la autoridad, hay orden, no existe el desabastecimiento. Los muchachos disfrutan de un servicio “todo incluido” para hacer más llevadero su tiempo de condena. A cambio de delinquir, los privados de libertad disfrutan de alojamiento, comidas, tv por cable, wi-fi, bebidas nacionales e internacionales, un amplio surtido de sustancias psicotrópicas, piscinas, galleras y servicios VIP para las visitas conyugales. Sólo hay una regla inquebrantable: no te metas con El Conejo.

Las responsabilidades de Teófilo dentro del penal no lo han apartado de compromiso con el resto de la población. La droga fluye para residentes y turistas y las bandas de delincuentes cumplen diligentemente con su deber. La policía también lo hace, atrapando sólo a rateritos de poca monta para que no se embochinche San Antonio y haciéndose los locos para no meter en aprietos a los jueces en caso de que tengan que procesar a un pez gordo. De cobrar  los muertos descuartizados que aparecen en los basureros de Genovés o de los tiroteados que amanecen  a las orillas de la Av. Luisa Cáceres se encarga Teófilo.

Morel Rodríguez, el director del Saime, Dante Rivas y el ministro de la Defensa, Carlos Mata, todavía tienen opciones de ganar la gobernación virtual de Nueva Esparta en las próximas elecciones.  El Conejo seguirá despachando desde San Antonio en los próximos cuatro años. Pero para los comicios de 2016 no tendrá contrincante, porque ya anunció al New York Times que tiene pensado salir del clóset y dedicarse abiertamente a la política.