La Isla de Cubagua sigue siendo la hermana olvidada del estado Nueva Esparta. Sus treinta y pico de habitantes se las ingenian para vivir sin fuentes naturales de agua dulce ni luz, aunque en su playa más concurrida hay cinco paneles solares y una planta desalinizadora inservible que costaron a la nación 3 millones de bolívares.
Los visitantes aprovechan los módulos fotovoltaicos marca Numen, instalados en la Bahía de Charagato, para resguardarse del solazo. El Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) los compró en 2007 a una fábrica de Pinar del Río, Cuba, como parte de un gran proyecto que incluía un museo arqueológico, laboratorios de investigación y senderos científicos y turísticos.
Las estadísticas divulgadas por la fábrica no especifica el número de paneles solares exportados a Venezuela, porque incluye en un sólo renglón las unidades destinadas al mercado nacional cubano y las dirigidas a los proyectos del Alba. Sólo sabemos que cinco de las 7532 unidades fabricadas en 2007 terminaron sirviendo de parasoles en Cubagua.
Los pescadores encargados de resguardar el lugar donde se encuentran las baterías que deberían almacenar la energía de las plantas no tienen reparo en responder que sólo funciona uno de los cinco módulos. Usan esa electricidad para el funcionamiento esporádico de radios, neveras o alumbrarse un rato en las noches.
“Eso (los paneles y la planta) los instaló el gobierno porque pensaban que era fácil quitarle la sal al agua del mar, pero la cosa parece que es mucho más complicada”, dijo Ángel Salazar, quien explicó que la planta funcionó por muy poco tiempo.
La planta habría costado 30.000 dólares y cada módulo fotovoltaico 7.500 dólares para desalinizar 1500 litros diarios de agua y mejorar las difíciles condiciones de vida de los habitantes de Cubagua. La ausencia de personal adiestrado ocasionó el colapso de la planta a menos de un mes de su inauguración. Se desconoce a dónde fueron a parar los 630.175 dólares restantes del plan del IPC para el fortalecimiento de la economía cubaguense.
Conocedores del tema explicaron que el líquido almacenado en los tanques se pudría con rapidez por era agua pura que necesitaba de un sencillo tratamiento químico para evitar la proliferación de bacterias. También era indispensable limpiar la sal que se acumulaba en los filtros de la planta. Dos procedimientos simples que resultaron ser demasiado complejos para la burocracia oficial.
Representantes de la Armada, del IPC y de la dirección técnica de zonas zosteras del Ministerio del Poder Popular para el Ambiente reaparecieron el año pasado para realizar “el levantamiento de las poligonales de máxima seguridad en la Isla de Cubagua”. Y en abril necesitaron la colaboración de los actores locales para “georeferenciar las áreas de máxima protección y amortiguamiento del Monumento Histórico Nacional, Ruinas de Nueva Cádiz”, según una nota de prensa publicada en su página web.
El presidente del IPC, Raúl Grioni, de pronto recordó que en Cubagua se erigió la primera ciudad venezolana, Nueva Cádiz, entre 1500 y 1521, y le pareció pertinente solicitar a la Unesco que se consideren las ruinas como patrimonio cultural de la humanidad.
Miro el interior de las viviendas de los cubaguenses y admiro la valentía de vivir en un paraíso de arena y sal. Las camas y unos pocos enseres son resguardados por un techo de zinc y menos de cuatro paredes.
Me pregunto para qué necesitará Cubagua otra distinción si eso no ha cambiado el destino de sus habitantes. La isla, declarada Monumento Histórico Nacional en 1979 y Bien de Interés Cultural de la Nación en 2000, sigue sin agua y sin luz. Sus habitantes viajan en peñero 20 minutos a Punta de Piedras a buscar las pimpinas de agua para poder subsistir.
Lo que sí es cierto es que la Playa Charagato tiene los toldos de playa más caros del país.
(Publicado originalmente en Código Venezuela)