La mediación noruega ha acaparado el interés de los venezolanos. Unos la rechazan de plano aduciendo el fracaso de todos los intentos de acercamiento entre el gobierno y la oposición durante los 20 años de la Revolución Bolivariana. Otros la apoyan en secreto, como quien se aferra a la oración en espera de un milagro.

Al caminar por las calles de Oslo es difícil imaginar los motivos que tiene Noruega para gastar dinero y el tiempo de su calificado personal diplomático para resolver un conflicto en país con el que no tiene vinculaciones políticas ni culturales obvias.

Noruega y Venezuela son disímiles en casi todos los sentidos. Mientras el país nórdico encabezó el ranking mundial de democracias por la nutrida participación política de la ciudadanía, la transparencia de su proceso electoral y la solidez de sus libertades civiles, Venezuela y Nicaragua fueron los países que más se hundieron en el autoritarismo al descender 17 puestos en el Índice Mundial de Democracias que publica anualmente el diario The Economist.

Otro factor diferencial es que Noruega es el país más igualitario del mundo, es decir, donde hay una menor brecha entre los que más y menos tienen. Sus cinco millones de habitantes tienen garantizado el derecho a la educación pública bilingüe de calidad y a la asistencia sanitaria universal. Aunque no existe un salario mínimo oficial, un trabajador de la construcción no calificado pudiera ganar unos 20 dólares la hora.

La foto superior fue tomada alrededor de 1890 y la inferior en 2004 en la estación ferroviaria Nordstrand bad og en el municipio de Oslo. Las imágenes muestran el desarrollo sostenible de un país que ha preservado su ambiente y su arquitectura tradicional en medio de una bonanza petrolera.

La prosperidad del país más rico del mundo contrasta de golpe con la desesperada situación venezolana. El salario mínimo mensual a finales de julio de 2019 era de 40.000 bolívares mensuales, lo que equivalía en el mercado negro a unos 3 dólares mensuales.

El control cambiario, el desmantelamiento de la industria petrolera, la devastación del sector agrícola, la expropiación o límites a las empresas privadas, la hiperinflación y la escasez de alimentos y medicinas ha generado niveles de pobreza en Venezuela que afectaban al 87 por ciento de la población en 2017, pero que en 2019 podría ser mayor.

La mirada noruega de la paz

Para comprender a cabalidad el interés de Noruega por la paz hay que decir que comenzó mucho antes de convertirse en una nación millonaria. El descubrimiento de cuantiosos yacimientos petroleros en su plataforma continental en 1965 transformó a una nación de pescadores y agricultores humildes en uno de los países con las mayores reservas de hidrocarburos del hemisferio norte.

Pero aun cuando los noruegos eran considerados los familiares pobres de Escandinavia, ya habían mostrado interés por la paz del mundo. El investigador noruego Roy Krøvel recordó en el libro Pensamiento social noruego sobre América Latina que desde 1901 el parlamento y el gobierno conceden anualmente el Premio Nobel de la Paz.

La semilla pacifista nació de los movimientos sociales noruegos. “El pacifismo y el antimilitarismo antiautoritario estaban muy extendidos entre los pequeños campesinos radicales en las dos últimas décadas del siglo XIX, como se demuestra en un número de estudios del entorno relacionado con el periódico Fedraheimen y el novelista Arne Garborg”, escribió Krøvel.

Años más tarde, con el reorganización del poder en Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la pequeña Noruega consiguió su rol ideal como mediador en la resolución de conflictos. Desde entonces ha participado en 25 mediaciones de paz en países distantes como Sudán, Chipre, Sri Lanka, Colombia, Afganistán y Líbano.

Pero fue en 1989 cuando el ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega justificó con argumentos realistas vinculados a la globalización su interés por intensificar sus esfuerzos por lograr una mayor justicia y equidad en países que estaban fuera de su interés estratégico.

“Un Estado pequeño, como Noruega, sin historia colonial y con intereses económicos menores en América Latina y África, está mejor posicionado para servir como facilitador de los derechos humanos y la paz que una superpotencia”, dijo el académico Jan Egeland.

Tanteando posibilidades

Más allá de la efervescencia que acapara a la opinión pública venezolana y a la desconfianza visceral en los factores de poder luego de dos décadas de un profundo deterioro económico, social e institucional, el modelo noruego ha tenido aciertos en otros difíciles procesos de paz como en Guatemala y Colombia.

El proceso propuesto por Noruega no es una fórmula mágica, ha tenido triunfos y fracasos, y se ha creado a fuego lento durante décadas mediante discusiones transversales donde han tenido cabida la academia, los activistas y la clase política.

Una de las características explicadas por Krøvel es que los noruegos asumen una posición pragmática que considera que el cese del conflicto y la beligerancia es una condición indispensable para la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. Para eso, el equipo negociador está dispuesto a conversar con todos los actores involucrados, incluyendo a los que han sido señalados como violadores de derechos humanos y terroristas.

Otro aspecto es el carácter secreto de las negociaciones para evitar las presiones de la opinión pública y factores que se benefician de la guerra. La primera vez que Noruega logró negociar en secreto fue antes del acuerdo de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Luego también pudo mantener la discreción durante años de conversaciones previas en Haití y Colombia.

En el caso de la mediación venezolana, el sólo hecho de saber que existen es una prueba de que tanto el gobierno como la oposición han filtrado información que debería ser absolutamente confidencial para aumentar las posibilidades de éxito, dijo la investigadora noruega Benedicte Bull

Otro factor que contribuyó en otras negociaciones fue trasladar a las partes enfrentadas a las entrañas de los bosques noruegos, con sus pinos centenarios, sus paisajes escarpados y sus cabañas que han cambiado poco y mantienen su aire rústico pese a la bonanza. La socialización de enemigos políticos alrededor de una chimenea, rodeados de los sonidos de la naturaleza, fomentó un nivel de confianza que “se convirtió en la receta clave para el resultado exitoso de esos procesos de paz”.

Zona boscosa al norte de Oslo.

Las primeras reuniones del proceso venezolano efectuadas a las afueras de Oslo no se prolongaron el tiempo suficiente como para propiciar la camaradería entre las partes. Un obstáculo adicional de las primeras conversaciones fue la imposibilidad de la oposición de mantener un frente sólido, aunque sea en las apariencias.

Las conversaciones con actores moderados de rangos medios de poder también requerían consultas constantes en Caracas, lo que interrumpía el ambiente distendido indispensable para negociar. Por eso luego de una interrupción momentánea, las conversaciones se reanudaron en la isla de Barbados, que permite un ambiente tranquilo pero está a pocas horas de vuelo de la costa venezolana.

Los investigadores especializados en América Latina han asegurado que Venezuela no tiene tiempo para esperar por un proceso de mediación prolongado como el que ocurrió en Colombia, pero también han advertido que no existen los acuerdos instantáneos.

Noruega no indicará el camino, ni propondrá soluciones. La mediación noruega es un espacio de encuentro para buscar una transición política en un país empobrecido y diezmado. El desafío es mantener negociando a un gobierno autocrático y una oposición dividida, en medio de conjeturas y filtraciones que alborotan el avispero en vez de avanzar hacia la paz.