A unos mil viajeros los agarró la cuarentena danzando en un pequeño pueblo de la costa caribeña de Panamá. Ninguno tenía coronavirus COVID-19 pero las autoridades panameñas ordenaron un estricto cordón sanitario que se flexibilizó poco a poco.
Las imágenes del lugar de confinamiento no se parecía en nada a las de Wuhan, Bérgamo o Madrid. Se trató de Playa Chiquita, una hermosa había de arena fina en la provincia de Colón, a unas tres horas de Ciudad de Panamá.
Durante el día, decenas de personas con cuerpos bronceados y semidesnudos meditaban a la sombra de los cocoteros a la orilla del mar. En la noche, se entregaban al ritmo orgiástico de los tambores de un festival que se realiza cada año a finales del invierno boreal, época en la que turistas norteamericanos y europeos migran como las aves hacia el istmo para huir del frío del hemisferio norte.
Los organizadores promocionaron el Tribal Gathering como una oportunidad especial de conocer a indígenas de 60 tribus de todos los continentes y disfrutar de 150 artistas de 30 países. La cita del 2020 era entre el 27 de febrero y el 17 de marzo.
La idea es que cada participante conozca y aprenda de la sabiduría ancestral de culturas indígenas del mundo. “Ofrecemos una plataforma de debate, educación, creatividad y compartir nuestros recursos. Al aprender de nuestros ancianos tribales, podemos convertirnos en mejores custodios del planeta y ayudar a construir un mundo mejor”, dice la página web.
Los que regresaron a casa los primeros días agradecieron a los organizadores una experiencia que calificaron como mágica y sagrada.
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