Blanca Haddad es una artista excepcional. La crítica la llama “la pintora estrella del expresionismo emergente Latinoamericano” pero todo el que la conoce sabe que ni en su vida ni en su obra caben las etiquetas.
Sus “Cartones”serán exhibidos entre el 4 de mayo y el 4 de junio en la Sala Gandul en la Nau Bostik de La Sagrera, en Barcelona. Se trata de la exposición más reciente de la artista venezolana en la que mostrará una enorme colección de pinturas que ha elaborado a través de los años sobre empaques de frutas desechados.
La exploración artística de Haddad ha sido incesante desde que comenzó a estudiar Bellas Artes en el Instituto Armando Reverón de su Caracas natal. Desde entonces, estudió dos maestrías, ha incursionado en la poesía y ha persistido en su búsqueda por la expresión plástica.
-Leo que es un conjunto de “cartones” que has creado y acumulado a través de los años. Te pregunto ¿Qué une a estas piezas para presentarlas en conjunto? ¿Por qué trabajas con cartones y desechos?
-Recién llegada y sin dinero, recuerdo el día que me topé por primera vez con un cartón de frutas. ¡No sé cómo no los había visto antes! ¡Eran maravillosos! Cada uno tenía un carácter particular, un diseño distintivo, un nombre propio: “Lolita”, “Los frescos”, “Rey Sur”. Fue un descubrimiento increíble e inmediatamente comencé a recopilarlos y a pintarlos con la fascinación de cualquier coleccionista. Cada estación traía consigo una ola de frutas y verduras, con cada estación se desplegaba un mundo de colores y diseños diferentes. Parece ridículo, pero en un momento de mi vida, estos cartones le dieron sentido a mi día a día, así fue como empecé a buscarlos y a pintarlos con entusiasmo, como si encontrase en ellos el interlocutor que en esos momentos no tenía, cada cartón me proponía un conversación propia, era estimulante, justo lo que necesitaba. Y me parece curioso que no encontré alivio a mis angustias y necesidades en aquel momento en ningún espacio cultural o académico legítimo, sino entre lo que había sido desechado, entre lo que no tenía valor ni despertaba interés alguno para la mayoría de los mortales. Mirar los cartones con deseo fue un reencuentro con esa capacidad de adjudicarle un valor poético a lo que me rodeaba, algo que hacemos con naturalidad en la niñez pero que vamos olvidando o estandarizando durante la vida adulta. La pobreza del material, en su sentido más literal y callejero, me dio una lección que trascendía el proceso artístico, reivindicaba una convicción: hay miseria y belleza en todas partes. No es solo la calidad de los objetos, de la gente o de los tiempos la que le define nuestro destino, es también en parte la calidad de nuestra mirada.
-Sé que buena parte de tu obra la has realizado en gran formato. De hecho recuerdo haberte visto una vez trabajando en un lugar hermoso en Caracas, creo que en la Quinta Anauco, y estabas trabajando en una pieza enorme. ¿Se pueden interpretar estos “cartones” como fragmentos de una gigantesca obra pictórica?
-Son fragmentos de un deseo gigantesco de crear a pesar de todas las adversidades y limitaciones, que como imaginarás he experimentado como artista, como mujer y como inmigrante. No sé si conforman una gran pintura, pero si he sentido que hay un antes y un después de pintar esta colección que legitima toda mi pintura anterior, hablo de 25 años
pintando, no son cuatro días. He estado pintando contra viento y marea de forma muy disciplinada y con gran entrega, a pesar de no tener representación formal ni en los espacios comerciales ni institucionales, a pesar de ser una outsider, muy incómoda para muchos. Ha sido un acto reivindicativo frente a mí misma y ha funcionado, hoy estoy más convencida que nunca que mi trayectoria es un camino hecho a punta de trabajo y que eso le da dignidad y valor. No se puede tapar el sol con un dedo, estos cartones son fragmentos de ese sol. Repito, son fragmentos visibles de un deseo misterioso y gigantesco de ser artista.
-Naciste en el Caribe, vives en el Mediterráneo, tu esposa es británica ¿Cómo se compone ahora tu geografía íntima y cómo se refleja en tu proceso creativo?
-Bueno, no es una pregunta fácil, tengo afectos aquí, allá y más allá. Mi historia está dispersa, si muriese mañana no sé dónde quisiera ser enterrada. Tampoco estoy segura que exista una cultura, grupo o institución que quisiera proteger la obra que he realizado durante todos estos años. Quizá nadie siente que le pertenece o que le representa. La mayoría de las veces me siento sola como dije antes, no le puedo pedir a mi esposa que sea mi patria, ni a los catalanes, ni a los escoceses, me han tratado muy bien pero hay cosas que nadie te puede ofrecer, tampoco necesito una patria, no sé, por algo he estado viajando. Ahora que lo preguntas, creo que mi geografía íntima es una ilusión, la ilusión de formar parte de aquí y de volver allá. Me he enamorado en todos los lugares que he pisado, por un lado tengo suerte, pero por otro vivo siempre sumida en una especie de nostalgia. Lo digo sin miedo, la mayoría del tiempo me siento sola, dividida, es una nostalgia que no se le puede exigir a nadie que sacie, bueno esa es la parte de la libertad que nadie te cuenta. El amor que en encontrado en mi pareja me alivia y me hace feliz, pero esa soledad de la que ella no participa, que también es libertad, de alguna forma es la que me permite hacer lo que quiero, dedicarme horas enteras a pintar, a montar performances o escribir poesía. Mi pintura me acompaña a todos lados como un barco, sin la
pintura me hundiría. Todo lo demás, es Ítaca.
-Publicaste tu “reality blog” Caribe Contracorriente hasta julio 2017, estás por publicar un libro. Cuéntame de tu encuentro con la palabra como necesidad expresiva.
-No me gusta ponerme límites, sentí que durante todos estos años de viajes y aventuras habían pasado muchas cosas que tenía que poner por escrito, pero no quería pretender ser objetiva, así que exageré, mentí, distorsioné, fantaseé y me puse a escribir. Digamos que usé mi bitácora de viaje como una paleta para empezar a escribir de la misma manera como pinto, salvajemente. También debo decir que la movida de poesía en Barcelona en muy vital y que me inspiró mucho para dedicarle más tiempo a la escritura. Aquí hay mucha más movida de la que vi en Escocia por ejemplo y me atrevería a decir que de la que vi en Londres. Pero los españoles y los catalanes tienen encima la misma maldición de los venezolanos, no se creen que pueden
hacer grandes cosas, quizá sea bueno, no sé, por ahora pienso la mayoría de las veces que llega a ser un problema. En fin, aquí he conocido poetas increíbles y en Venezuela también. La verdad es que entré en la escritura sin pensarlo mucho, abrigada por una cantidad de gente maravillosa. Mi mamá también tenía una peña de poesía en mi casa en Caracas y venían poetas importantes, entre ellos su prima Elena Vera, eran reuniones muy intensas, nada formarles, la poesía ha estado siempre allí de manera natural. Por otro lado tuve profesores estupendos en la Reverón en Venezuela, como Cecilia Ortiz o Gabriel Morera, entre muchos
otros, artistas maravillosos, entregados por completo a su mundo creativo, para mí han sido maestros en toda regla, irreverentes, poéticos hasta la médula, los considero figuras místicas, es imposible no contagiarse. Por otro lado, respecto a la edición, empecé a publicar de manera informal en el blog y a la gente parecía gustarle, entonces saqué un primer libro cartonero con Ediciones Karakarton que se vendió muy bien y luego otro con Ediciones en su Tinta que también fue bien y que agotó dos ediciones. Así que bueno, en cuanto a la edición, me di cuenta que se podía editar sin ser James Joyce, ya sabes, nosotros los hispanos tenemos ese complejo de ver siempre hacia afuera, creer que los otros pueden y nosotros tenemos que pedir permiso, esperar que alguien nos aúpe. Pues yo exploto mi creatividad sin pedir permiso y dentro de todo eso que hago sin pedir permiso, está escribir.
BLANCA HADDAD “colección de cartones” from NES on Vimeo.