La imagen de una turba lanzando por un balcón a dos miembros de un equipo de prensa de una alcaldía se me ha quedado entre ceja y ceja. Una disputa por mejoras salariales. Ánimos caldeados. Forcejeos. Animosidad política. Periodistas malheridos y golpeados.

El 27 de junio se celebra el Día del Periodista en Venezuela.  Mis colegas margariteñas llaman a junio el mes de las patronales porque todo el que tiene alguna visibilidad  en el sector público o privado agasaja a los comunicadores sociales. Desde mi perspectiva cínica del mundo, lo veo como una repartición de migajas a un gremio subestimado y mal pagado, pero eso ya forma parte de otra historia.

Lo cierto es que si en el interior del país un periodista no se quiere morir de hambre tiene que trabajar para alguna de las pocas empresas que todavía tienen presupuesto para costear un departamento de comunicaciones o para el gobierno. La crisis de los medios es profunda. Las radioemisoras pagan mal, los periódicos malheridos por la falta de papel y de publicidad te sacan el jugo a cambio de un sueldo miserable y los medios digitales emergentes aún no han logrado el punto de equilibrio necesario para convertirse en una fuente de trabajo confiable.

La situación de los periodistas que laboran para las alcaldías tampoco es óptima. El sueldo no alcanza así que generalmente tienen otros dos empleos. Tampoco tienen estabilidad. A diferencia de los que logran un cargo en un ministerio, que les otorga los beneficios de ser empleado público, el personal de prensa municipal cambia el día de las elecciones. Forman parte de “los empleados de confianza” y su puesto es de libre remoción. Y ahora, para colmo, se ha convertido en un oficio de alto riesgo.

Ser empleado de confianza implica que trabajas para el alcalde. La gente te etiqueta para bien o para mal de acuerdo con la popularidad y la calidad de la gestión de tu jefe y , al final del día, te beneficias de las prebendas  o pagas los castigos.

No conozco los detalles del terrible hecho que ocurrió el miércoles 3 de junio de 2015 en la alcaldía Mario Briceño Iribarren del estado Aragua. Lo que sí sé es que el camarógrafo Alejandro Ledo y los periodistas Elena Santini y Pedro Torres estaban trabajando cuando fueron brutalmente agredidos por personas que no deseaban que se informara lo que ocurría en ese lugar. Y en un país donde la impunidad es absoluta, unos individuos apoyados por el gobernador psuvista Tareck el Aissami decidieron aniquilar al mensajero. Lanzar al vacío a los comunicadores fue la genial idea que se les ocurrió para resolver sus problemas y exigir sus reivindicaciones contractuales. Tengo que mencionar que al menos otros 10 empleados municipales sufrieron lesiones en el ataque.

Hoy Ledo yace en una cama con polifracturas y un edema craneal. Santini salió mejor librada con una fractura en el pie derecho, mientras que Torres tiene los huesos del cuerpo completos porque no lo echaron a volar pero su rostro recibió la furia de una golpiza.

Aquí hay que poner las barbas en remojo.  Los periodistas regionales somos más vulnerables porque tenemos menos visibilidad. Nadie conoce y a nadie le importa el destino de un periodista de una alcaldía de pueblo. Pero a mí sí. Son mis amigos y mis colegas.  Cierro los ojos e identifico a casi todos los colegas de los 11 municipios margariteños. Y a todos los veo en peligro, volando por las ventanas, si no nos movilizamos para parar en seco esta violencia que dejará sin hijos a Venezuela.