Conocí a Naky en 2006.
En esa época aún atravesaba una larga convalecencia que me impedía leer libros completos sin dormirme. Por más que intentaba leer más de cinco páginas seguidas, terminaba bostezando aletargada por una enfermedad que padecía desde hace 10 años.
Un día me di cuenta que la luz del ordenador me mantenía más tiempo alerta y comencé a consumir textos cortos publicados por blogueros que conseguía al alzar por internet.
Así me topé con esa chica que expresaba sin tapujos sus pensamientos más íntimos en un blog que inicialmente llamó Zaperoconakistico.

El blog Zaperoconakistico fue precursor de El Zaperoco de Naky. (Captura de pantalla)
Me enganché con sus historias cotidianas, con su mirada aguda sobre la vida en Caracas, la ciudad en la que nací y donde siempre me he sentido una extraña, pero que ella transitaba con total naturalidad.
Aún recuerdo tres posts con los que reí, lloré y reflexioné sobre mi somnolencia y mi necesidad de volver a escribir. En una se lanzaba como Miss Bloguera o Miss Internet en una clara sorna al empeño de los venezolanos a celebrar concursos de belleza.
Me divertí con ese acto de rebeldía de lanzarse como Miss. Me gustó la manera desenfadada con la que compitió con otras blogueras “mamirruquis” de aquellos tiempos.
La otra publicación que recuerdo fue un linchamiento en Palo Verde. Naky relató la conmoción que sintió al escuchar un zafarrancho entre los vecinos hasta que descubrió que Fuenteovejuna había matado a un bandido.
Y el último post que se me viene a la mente fue uno que publicó en medio de un viaje de trabajo, donde lamentaba tener un empleo que no amaba y que le restaba tiempo para escribir.
Desde entonces, Naky ha evolucionado como comunicadora. Las redes sociales se fortalecieron y la astuta bloguera se convirtió también en una certera twittera que no se ha quedado callada ante la dictadura que fue echando raíces en Venezuela.
Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para explicarle (muchas veces más) a mis vecinos ancianos que zarandear el router no ayuda a recuperar la conexión.
Amén. #NoLoJoropeeTantoSeñora
— Naky Soto (@Naky) 9 de diciembre de 2018
También me acostumbré a verle la cara junto a su pareja Luis Carlos Díaz en su Hangout Político, donde hablaron a los venezolanos sobre derechos humanos, torturas, elecciones, represión, manifestaciones y muchos temas candentes en la Venezuela revolucionaria.
Y como buena periodista migrante en la era Madurista, Naky me facilitaba la vida con su resumen diario de noticias que publicaba en sus redes sociales.
Naky era uno de los vínculos informativos sólidos que mantenía con Venezuela. En una época de persecución periodística y cierre de medios tradicionales, Naky era uno de mis referentes cuando necesitaba una mirada que me diera más elementos que otras versiones periodísticas más recatadas.
Hace unos meses le perdí el hilo a Naky porque mi adaptación a España requirió un necesario ejercicio de distanciamiento emocional e informativo de Venezuela. Leía sólo lo indispensable para mantenerme medianamente en sintonía con lo que ocurría en mi atropellado país.
Hasta que hoy la vi recuperándose de una enfermedad en una foto que publicó Luis Carlos en Instagram.
Mi cabeza se trasladó de inmediato a esos días tristes de 2006 cuando yo también recuperaba mi salud. Hasta he dudado de la existencia de esas publicaciones firmadas por Naky donde fue Miss, empleada insatisfecha y testigo de un crimen. Quizás lo soñé en uno de mis ataques de narcolepsia pero confío en que ella misma algún día me confirme o desmienta la veracidad de esos recuerdos.
No soy una mujer de fe para ofrecerle oraciones para su sanación. Tampoco estoy en una onda de enviar energías universales para fortalecer su sistema inmunológico.
Lo único en lo que realmente creo es en el poder de la palabra. Y por eso las uso hoy para cruzar el océano y llegar a esa ciudad donde ella aún vive.
Le escribo para decirle que la conozco aunque ella no me conoce a mí. Sus palabras encendieron mi cabeza en un momento de adormecimiento y me convencieron de que siempre es mejor escribir que permanecer en silencio.
Hoy le deseo que el cáncer que padece sea pronto un amargo recuerdo y le pido que siga escribiendo sus zaperocos con el mismo ímpetu y la misma vehemencia.
Naky es una mujer necesaria.