Los surinameses están convencidos de que en su país sólo pasan cosas buenas. Su frase favorita “Surineme is een gezegend land” en holandés quiere decir “Surinam es un país bendecido”.
Aseguran que en los 163 mil kilómetros cuadrados de la nación más pequeña de América del Sur no hay erupciones volcánicas, ni fuertes terremotos, ni soplan los devastadores vientos huracanados que estremecen con frecuencia a otros estados del continente americano.
La escasa conflictividad social también es un motivo de orgullo en uno de los lugares con la mayor diversidad cultural del mundo. No existe un grupo étnico ni religioso predominante entre sus 560 mil habitantes.
En Surinam conviven pacíficamente los indostanos descendientes de trabajadores que emigraron del norte de India durante la dominación británica, los creoles cuyos ancestros fueron esclavos africanos vendidos para la producción de azúcar, los maroons (cimarrones) descendientes de los esclavos africanos que escaparon y fundaron comunidades libres en la selva, que se extiende hacia el sur hasta la frontera con Brasil, y los javaneses herederos de los trabajadores que emigraron a América a finales del siglo XIX durante la colonia holandesa en Indonesia.
También existen otros grupos minoritarios en tamaño pero que mantienen una fuerte presencia cultural, como los blancos descendientes de los colonizadores holandeses y británicos, los chinos, los árabes, los brasileños, los indígenas americanos originarios y los judíos, integrantes de la comunidad hebrea más antigua de Suramérica.
Esa riqueza multicultural se siente al recorrer Paramaribo, la capital que con sus 260 mil habitantes concentra casi la mitad del total de la población. En la zona hotelera de Torarica los olores del curry indostano se mezclan con los aromas de los platillos javaneses a base de banano y los pasteles creoles.
En el centro de la ciudad, la Mezquita Keizerstraat y la Sinagoga Neve Shalom fueron construidas en terrenos contiguos, en una muestra clara de la tolerancia cultural que impera en Surinam.
La Unesco declaró a Paramaribo como Patrimonio Histórico de la Humanidad por ser un “ejemplo excepcional” de la fusión gradual de la arquitectura y técnicas de construcción europeas con los materiales y la artesanía de los indígenas de América del Sur para crear un “nuevo idioma arquitectónico”. La ausencia de guerras civiles o eventos naturales catastróficos han contribuido a la preservación de la mayoría de los edificios construidos entre 1680 y 1800, aunque fueron edificados en madera y son vulnerables a los incendios y a las plagas.
Inundaciones en el país de las aguas
Paradójicamente, esa percepción general de bienestar dificulta el trabajo de los organismos de prevención de riesgos en el fortalecimiento de la resiliencia en las comunidades vulnerables, expresó Bertha Misiedjian, voluntaria de la Cruz Roja en Nieuw Amsterdan, distrito de Commewijne.
“Todavía no hemos tenido una emergencia de extrema gravedad en nuestro distrito pero las aguas inundan los pueblos constantemente. Esas inundaciones son consideradas normales, no son percibidas como un problema para el que hay que estar preparado”, aseguró Misiedjian, encargada de realizar las Evaluaciones de Capacidades y Vulnerabilidades (VCA) en las escuelas de su distrito.
La concentración de la población en la franja costera y la existencia de caudalosos ríos que atraviesan el territorio de sur a norte, desde la frontera con Brasil hasta su desembocadura en el Océano Atlántico, colocan extensas zonas residenciales en una situación de vulnerabilidad a las inundaciones.
Surinam es el cuarto país con mayores fuentes internas de agua fresca renovable per cápita del mundo, con 183.930 metros cúbicos, según cifras de la FAO de 2014.
Pero en temporadas de fuertes lluvias, esa abundancia ha traído problemas. En mayo de 2006, unos 20.000 habitantes de 175 aldeas de etnias indígenas y maroons fueron afectados por el desbordamiento de los ríos Tapanahony y Lawai, que anegaron 30 mil kilómetros cuadrados de territorio.
El Centro de Coordinación Nacional en Casos de Desastre (NCCR por sus siglas en holandés) y la Sociedad de la Cruz Roja de Surinam (CRS) se trasladaron por vía área a áreas remotas del distrito de Sipaliwim para asistir a la población y distribuir agua potable, alimentos y medicamentos.
Los daños materiales de las inundaciones de 2006 fueron difíciles de cuantificar porque afectaron comunidades con economías de subsistencia excluidas del cálculo del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación.
Se estima que el impacto en la calidad de vida de la población fue enorme porque destruyó cultivos que estaban listos para su cosecha, obligó el cierre de las escuelas por el resto del año escolar y dañó cientos de viviendas. Un informe de la Cepal señaló que si las inundaciones en el distrito de Sipaliwim de Surinam en 2006 pudieran ser incluidas en la lista comparativa de desastres en la región sería ubicada junto al Huracán Iván que afectó a las Islas Caimán en 2004 por su fuerte impacto en la economía local.
Pero el surinamés de las zonas densamente pobladas no recuerda la magnitud de ese evento y se siente inmune, reiteró Misiedjian, quien además de ser voluntaria de la Cruz Roja, sirve de enlace de las autoridades municipales sanitarias para realizar la detección y prevención de enfermedades.
Pese a la devastación de las inundaciones de 2006 y a los crecientes problemas ambientales productos del cambio climático, en Surinam no existe un plan nacional de prevención de riesgos y desastres.
“Como no tenemos desastres con regularidad, la gente piensa que no necesitamos estar preparados para una emergencia. No sabemos cuáles son las comunidades vulnerables. Cada organismo trabaja guiado por su propia percepción de vulnerabilidad.”, dijo Humphrey Blinker, Coordinador de Gerencia de Desastres de la CRS.
Para resolver esa situación, la NCCR y la CRS iniciaron en 2015 sesiones de trabajo para usar en Surinam la Metodología de Selección Estratégica (STM por sus siglas en inglés) para seleccionar a las comunidades más vulnerables.
La visión de esta herramienta creada por la Agencia para la Gestión de Emergencias y Desastres del Caribe (CDEMA por sus siglas en inglés) es desarrollar una guía que pueda ser usada de manera transparente y consistente para que los países e instituciones caribeños puedan seleccionar a las comunidades más vulnerables a los desastres y crisis.
“La STM es una gran herramienta para asegurarnos cuáles son las comunidades más vulnerables y para que el resto del país sepa en cuáles comunidades debemos trabajar primero”, aseguró Blinker.
El coronel Jerry Slijngard, director de la NCCR, resaltó la importancia de tener una herramienta de recolección de datos que permita realizar una planificación coordinada entre los organismos gubernamentales y humanitarios. “Es esencial la planificación basada en datos y eso es algo que no teníamos en Surinam”.
En los talleres de trabajo, realizados la última semana de enero de 2016 en Paramaribo, participaron representantes de la Cruz Roja, la NCCR y ministerios como Defensa, Agricultura y Pesca, Vivienda y Educación, Transporte y Asuntos Regionales, así como de la Universidad Anton de Kom, del Cuerpo de Bomberos y representantes municipales.
Slijngard apuntó que uno de los desafíos fue adaptar la herramienta al idioma, la división político territorial y la extensión geográfica de Surinam. “La herramienta fue desarrollada principalmente con la información de las islas del Caribe. Nosotros somos un país grande en relación a las islas. Muchas de las opciones contempladas en la STM no podían ser aplicadas a Surinam, así que sugerimos otras opciones”.
Surinam está dividida políticamente en 10 distritos y 62 resorts ─unidad administrativa que agrupa a varias poblaciones dentro de un distrito─. Slijngard señaló que la incorporación de los resorts en la STM de Surinam es importante porque es el nivel de organización gubernamental más cercano a las poblaciones. “Lo más cercano en las islas a los resorts son las parroquias pero se trata de dos cosas diferentes. No sólo es una diferencia de lenguaje sino de funcionamiento social”.
Romano Jalimsingh, funcionario de la NCCR, explicó que durante el taller seleccionaron el distrito piloto de Commewijne gracias a los valiosos datos recolectados previamente por la Cruz Roja mediante los VCA. Y dentro de ese distrito, la zona más vulnerable fue identificada en el resort de Margharetta.
“Basados en los VCA que se han realizado, podemos señalar áreas que son más vulnerables y menos vulnerables pero no tenemos suficientes datos para emitir declaraciones sobre todo el país”.
Sobre los criterios de selección de Commewijne, Blinker indicó que se trata de una comunidad agrícola, muy cercana al mar, que es afectada por la erosión costera y donde no existe suministro de agua potable por tuberías. La única vía de acceso directo terrestre desde Paramaribo es el puente Jules Wijdenboschbrug. También se puede llegar por vía fluvial en botes, atravesando el Río Surinam.
“Además, ya habíamos implementado programas en esa zona, así que comenzamos con la STM allí porque ya teníamos una red, habíamos trabajado en el lugar y teníamos mucho conocimiento sobre la comunidad”.
La aplicación de la STM a nivel nacional presenta importantes desafíos. “Uno de los problemas es lingüístico, porque no sólo hay que traducirla al holandés, sino al menos a otras 15 lenguas habladas en todo el territorio”, dijo Slijngard.
Otra de las dificultades es geográfica. Veinte por ciento de la población está esparcida en el 80 por ciento del territorio surinamés que está conformado por selva. “El interior es muy vasto y de difícil acceso. Hay que ir en auto y en avión, o en auto y bote para llegar a los lugares. Y si ocurre un desastre, es imposible comunicarse con esas zonas porque no tienen teléfono”, explicó el coronel.
Pero el principal reto para que la STM se convierta en la herramienta de selección de las comunidades más vulnerables para un plan nacional de prevención de riesgos es el financiero porque no existe una partida de gastos por ese concepto en el presupuesto nacional. “Y el respaldo ofrecido por la Comisión Europea y la FIRC simplemente no es suficiente”, apuntó Jalimsingh.
“Hay que llegar a las comunidades. Si llegas allá, la gente responde. Pero es muy difícil por la falta de recursos. Es muy caro llegar allí”.
Para mantener el proyecto a flote, el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF según sus siglas en inglés) accedió a ofrecer apoyo económico con el objeto de incluir módulos en los cuestionarios que recojan valiosa información sobre la población infantil.
“No siempre podemos llegarle a los padres pero si nos enfocamos en los niños y les damos las herramientas y la información necesaria, podemos formar personas resilientes desde muy temprana edad”, dijo Jalimsingh.
Al concluir la capacitación, fue designado un comité directivo formado por un representante de cada uno de los entes participantes para asegurar la continuidad de la STM y su aplicación en las estrategias de planificación de emergencias a nivel nacional.
Los representantes del comité directivo coincidieron en delegar la responsabilidad de la aplicación de la herramienta a los funcionarios que tienen contacto directo con la comunidad. “Decidimos que la data debe ser responsabilidad de la oficina del distrito, que se encuentra bajo la supervisión del Ministerio de Asuntos Regionales, porque tienen personal allí”, informó Blinker.
La aldea de Roland

Roland Tjokrotaroenoe conversa con un funcionario de la Cruz Roja de Surinam sobre los desafíos de su comunidad Johanna Margheretta, que se encuentra en la ribera oriental del río New Amsterdam, en Commewijne. (Foto José Antonio Gil /IFRC)