Nos llegó la hora de enfrentar un mundo distópico en el que millones de ciudadanos estamos confinados en nuestras casas para no caer en las estadísticas rojas de la pandemia del COVID-19.
El reloj se detiene y, en la calle solitaria, todos los días parecen el amanecer de un domingo. Al niño travieso que fantaseaba con una hecatombe para no entregar la tarea se le cumplió su deseo y ahora añora regresar a su desgastado pupitre a escuchar a su maestra.
La industria, el comercio, el turismo, la educación, el entretenimiento mundial dieron un alto para enfrentar a un enemigo microscópico del que sabemos poco.
En este momento en que se derrumbaron todas las certezas nos preguntamos: ¿Habrá un antes y un después en nuestras vidas cuando pase esta crisis? ¿Seremos capaces de reinventarnos como comunidad?
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