El extremismo violento generalmente está motivado por los valores sagrados, que son poderosos ideales intangibles. Pero los comportamientos radicales se intensifican luego de que los extremistas viven situaciones de exclusión social, concluyeron investigadores que intentan describir los mecanismos cerebrales detrás de los actos terroristas.
El terrorismo tiene un impacto directo y tangible. Según el último Índice Mundial de Terrorismo, la violencia extremista mató a 18.814 personas y dejó un impacto económico de 52.000 millones de dólares en 2017. Esa cifra, considerada conservadora, alcanzaría para cubrir todo el presupuesto público anual de Kuwait o Filipinas.
Lo que la ciencia no había podido determinar son los procesos mentales detrás de los devastadores ataques que dejan secuelas sociales y psicológicas permanentes entre las poblaciones violentadas.