La invocación de fuerzas sobrenaturales para resolver los problemas mundanos es cada vez más frecuente en las altas esferas del poder latinoamericano.
El arraigado discurso evangelizador del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y las sesiones ocultistas del mandatario venezolano Nicolás Maduro son muestras de un resurgimiento de la espiritualidad y la superstición en sistemas políticos donde existe una separación legal entre el gobierno y la religión.
A nadie sorprende el sincretismo religioso, que se entiende como el culto que surge de la mezcla de creencias distintas. Lo que comienza a preocupar es el poder que tiene el popurrí místico en la toma de decisiones políticas trascendentales.